Guerra contra la Delincuencia

Los clásicos de la estrategia militar: la defensa de las Naciones puede dar ejemplos para la Defensa Personal.

«Si no podeis asegurar el éxito, no utilizareis las tropas»
Sun Tzu,estratega militar Chino -aprox. cuatro siglos A.C.

Guerra contra la Delincuencia
Guerra contra la Delincuencia

¿»Guerra» contra la Delincuencia?

Frecuentemente se habla de la «guerra contra la delincuencia», usando la palabra «guerra» por un lado como «combate», pero dando por entendido que hay una contienda entre bandos con «la Delincuencia» como un agresor contra la cual se ha de defender a «la Sociedad».

Los términos difusos invocan imágenes de luchas armadas entre ejércitos, como si fueran naciones, insinuando generalmente que al ser el Estado (en nombre de la sociedad) obviamente superior, se estaría próximo a diezmar el enemigo. Aunque la imagen es útil, tiene aspectos desafortunados: en principio otorga un grado de respetabilidad al delincuente al equipararlo a un soldado (similar a llamar «guerrillero» a un terrorista). El escritor Isaac Azimov alguna vez sentenció que «…la violencia es el último recurso del incompetente…»; quien ha acudido al asalto, violación y miedo para lograr sus metas puede merecer lástima de almas muy caritativas, pero jamás el mínimo enaltecimiento de su degradación. Por otro lado para quienes han tenido que enfrentarse con «la delincuencia» en carne y hueso, sean los que en sus quehaceres cotidianos escuchan las palabras fatídicas «¡Esto es un asalto!» o situaciones similares; o quienes como fuerzas de policía o seguridad civil se han de arriesgar a diario a esta clase de enfrentamientos – están muy lejos de considerarse miembros de una tropa organizada en una guerra declarada.

 

Estados e Individuos: Dos Campos de Batalla

Con ámbitos jurídicos propios, aunque con la misma raíz.

Las guerras son asuntos propios de naciones. Jurídicamente pertenecen en otro ámbito, donde la ley internacional rige ‘entre’ (y no ‘sobre’) las naciones. La legitima defensa nacional no es la legitima defensa personal: con la misma raíz no obstante, si se acepta que el estado moderno originó (al menos en Europa) en el arrabal de las fortificaciones de los señores militarmente mas poderosos del medioevo temprano, al arrimarse a éstos quienes buscaban su protección contra la depredación de los saqueos de bandas nómades – que hoy llamaríamos delincuentes – en la anarquía tras la caída del Imperio Romano: La evolución de los monarcas, reinos, feudos y vasallos llegaría a los estados con fronteras por lo general definidas, de nuestros tiempos. El rechazo del poderío feudal en su forma definitiva es históricamente reciente. «El fusil hizo al soldado de infantería y el infante hizo a la democracia» (‘The Conduct of War’ por gral. J.F.C.Fuller – Londres 1962). Las democracias reemplazan a la autoridad  monárquica por la constitucional: Nuestra constitución reconoce el papel del individuo como soberano en última instancia en el Artículo 21, donde se obliga a todo ciudadano argentino a armarse en su defensa. La de los Estados Unidos es aún más explícita en su Segunda Enmienda en la cual «el derecho de los ciudadanos a tener y portar armas no podrá ser violado».

 

El Combate con la Delincuencia: Personal

Sin embargo valen las «reglas de guerra»

El combate con la delincuencia es real, dejando de lado estas diferencias (que por ser semánticas no se han de despreciar) quien se dispone a enfrentarla bien puede encarar su preparación como se haría para una guerra – como se verá, tomando en cuenta incluso la diferencia de la situación jurídica de un ciudadano dentro del contexto de su nación y la de un Estado.

En el mundo moderno, se teje permanentemente una red de tratados y organizaciones mundiales para asegurar la paz… sin embargo todo Estado – sin excepción – depende de la posibilidad de acudir a la fuerza, la propia o de algun aliado, de ser necesaria, para defender su soberanía y aun su misma permanencia .

Es interesante destacar que la sola existencia de esta disposicion es en general suficiente para lograr este objetivo.

Ha habido muchos estudios de estrategia militar, como es de esperar por su importancia, pero como en todas las profesiones hay clásicos que perduran a través del tiempo, los estudiosos militares tienen dos textos fundamentales:

«El Arte de la Guerra» de Sun Tzu (posiblemente unos 400 A.C. cuando China estaba dividida en siete estados en guerra permanente) y Karl Marie von Clausewitz (Prusiano 1780 – 1831), quien hizo un estudio exhaustivo de las campañas de Napoleón Bonaparte, primer estratega ‘moderno’, que publicó «Sobre la Guerra». Hubo otros clásicos por supuesto, como Jommini y Machiavello, y el tema se actualiza permanentemente pero a pesar de los cambios tecnológicos fundamentales, los principios básicos no han variado.

Con todo esto, después de la Segunda Guerra Mundial y Korea, los Estados Unidos entraron desde 1955 con Viet Nam del Sur contra el régimen comunista de Vietnam del Norte en una contienda larga e indecisa. A pesar de ser tecnológicamente superior y sin perder ninguna batalla fundamental, finalizaron en 1975 en un repliegue que se convirtió en derrota. Los estrategas militares estadounidenses regresaron a los clásicos citados para buscar las causas y establecer pautas que evitarían repetir el fracaso. Fue durante la administración de Reagan, y catalizado por las intervenciones armadas en Centro América y Libano en 1983 y 84, que el Secretario de Defensa de entonces Caspar Weinberger destiló las conclusiones en lo que se llamaría la «Doctrina Weinberger» o los «Seis Tests» como reglas – que se cumplirían en mayor o menor grado en lo sucesivo (es interesante que en su primera conferencia de prensa al inicio de hostilidades recientemente en Irak, la Secretaria de Estado Madelaine Allbright aludió a que «…no se proponían ¨cazar a Saddam Hussein¨ y que los Estados Unidos tenía reglas claras en cuanto al comprometer sus tropas …»).

Veamos las «Seis Pruebas de la Doctrina Weinberger», y luego haciendo un ‘cambio de escala’ desde lo nacional a lo personal veremos que no es demasiado rebuscado aplicar las mismas a la defensa individual en este combate con la delincuencia. Estas es:

 

La Doctrina Weinberger:

Antes de ponderar la utilización de fuerzas de combate en el exterior se deberán aplicar estas pruebas:

1) Que los EE.UU. no comprometa fuerzas para combatir a menos que aquel enfrentamiento en el exterior se considere vital a los intereses nacionales o los de nuestros aliados

2) Que si se decide afirmativamente el primer punto se comprometa las tropas y los recursos e inequívocamente con el firme propósito de ganar.

3) Que se definan claramente los objetivos políticos y militares

4) Que se reconsidere continuamente la evaluación de los objetivos y se esté dispuesto a escalar los recursos para ganar, si siguen vigentes los puntos anteriores, o se esté dispuesto a retirar si no lo están.

5) Antes de iniciar la acción se debe tener una confianza razonable de que se cuente con el acuerdo del pueblo y el Congreso.

6) Que el combate sea el último recurso disponible.

Este es el orden enunciado por Weinbeger – no dice nada de las prioridades… Si las modificamos para la situación de defensa personal debemos alterar estas y poner el sexto junto con el primero. Notemos que estos tests comienzan a aplicarse antes de iniciarse el enfrentamiento: O sea, definen en cierta manera el armamento que se tendra, el entrenamiento y un marco en el cual se tomaran las decisiones durante la emergencia – antes de que ocurra.

 

En Defensa Personal: «Weinberger Modificado»

Veamos cómo quedan entonces, ‘cambiando de escala’ 1) y 6) El combate debe ser vital a nuestros intereses, o a nuestros allegados y debe ser el ultimo recurso disponible. Una agresión o ataque, que ponga en peligro la vida o la integridad física, con un medio que puede ser efectivo para esto, y sin provocación – esto encuadra en nuestro Código Penal. Habremos agotado antes otros recursos disponibles para evitar el enfrentamiento. Demás esta decir que el primer recurso es llamar a la policía o las autoridades responsables de su seguridad (o a sus compañeros si Ud. es uno de ellos).

2) Antes de estar dispuestos a repeler una agresión, debemos estar convencidos de poder continuarla. Aquí se encuentra frecuentemente la debilidad de quien se arma ‘por si acaso…’. Tener un arma significa estar en condiciones de usarla inequívocamente, con la intención de ganar. Por lo general esto es imposible sin alguna práctica o entrenamiento. El Coronel Jeff Cooper, conocido cultor de la defensa personal y uno de los ‘gurus’ del tema ha dicho «tener un arma no hace a un tirador como tener una guitarra no hace a un músico».

3) Tenga permanentemente bien claro porqué está en el enfrentamiento. Su primer objetivo fue repeler una agresión ilegítima dentro del marco de la ley. Aún bajo presión debe mantener esto en mente.

4) Trate de imaginar los ‘escenarios’ tales que en sus actividades y su estilo de vida, se encuentre obligado a defenderse, y segun ellos vea si se encontraría por ejemplo, en un enfrentamiento prolongado. También considere la posibilidad que no sea necesario continuarlo. Siempre incluya en estos ‘ensayos’ su forma y ruta de escape si debe discontinuar el enfrentamiento – de aquellos bajo su protección y del suyo. Cualquiera que sea el curso de acción, ser vacilante puede ser tan fatal para un individuo como para una nación. Sus decisiones deben ser nítidas y rápidas.

5) Antes de iniciar la acción: deberá estar seguro que está actuando acorde con la legislación vigente – al final de cuentas, está alli para su amparo y fue hecha por un congreso representativo. Frecuentemente puede parecerle que la ley es injusta o errónea… hasta tanto no se derogue, deberá acatarla (y dicho sea de paso, las elecciones son para sus representantes, recuérdelo cuando vota).

6) Vale la pena reiterarlo: la defensa armada debe ser el último recurso.

 

Por último: la Disuasión vale más que el combate

Hasta aquí, entonces, una versión ‘personalizada’ de la «guerra contra la delincuencia» – al menos pautas que pueden servir para reflexionar sobre la posición de cada una en ella. Cabe una última consideración, regresando a Sun Tzu:

“Ganar cien victorias con cien batallas no es el apogeo de la destreza.

La destreza máxima es doblegar al enemigo sin combatir”.

Recordemos la guerra fría: Ambas superpotencias se mantenían en vilo por casi medio siglo. Hubo por cierto «combates» a través de terceros, pero no se desató la última guerra que hubiera sido desastrosa para el planeta – por el tremendo poder intimidatorio de cada uno… hasta que finalmente el costo para uno de ellos resultó insostenible. En la vida civil y cotidiana sucede algo parecido, cuando una porción apreciable de la población honesta esta legítimamente armada, siendo idónea y razonablemente hábil en el manejo de las armas – la delincuencia retrocede.

Las mismas reglas se aplican a su lado: El enfrentamiento va contra sus intereses, no tiene los recursos para ganar. Si al mismo tiempo el pueblo y la legislación (el Congreso) no lo acompaña – con las leyes de  penas severas y de cumplimiento efectivo. Recientemente se anunció oficialmente que la delincuencia en los EEUU ha llegado al nivel mas bajo de los últimos tiempos. Rige en la mayoría de los Estados, libre tenencia (y en muchos, portación) de armas, y entraron en vigencia tales leyes estrictas.

 

Referencias:

  • «Masters of War» Michael I. Handel (Ed. Frank Cass. Londres, 1996)
  • «The Oxford History of Modern War» ed. Charles Townsend (Oxford University Press, 1997)
  • Libro «Legitima Defensa con Armas de Fuego» volume II, Jorge LeonardoFrank (Ad Hoc, Buenos Aires 1993)
  • «Fighting for Peace…» Caspar Weinberger (Warner Books, Nueva York 1990)
  • Diversas fuentes del Internet.

 

  • El autor de la presente nota Pedro J. Knight – es Instructor de Tiro, categoria B, Renar – y usted puede escribirle y consultarlo a: Rio Santa Rosa – Calamuchita – Córdoba – Argentina, o a su e-mail: peterkt@calamuchitanet.com.ar -P.O. Box 40 – 5194 Villa Gral. Belgrano – Cordoba – Argentina.

Fuente: Pedro J. Knight, Diario Legítima Defensa, edición nro. 6, página 8. Impreso en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en Enero de 1999.